@emmagomezsoprano
DON'T DO! No hagas, observa.
HOLBEINSTRASSE
Aquella mañana invernal, soleada, apacible y silenciosa yo era el blanco de las miradas amables y afables de transeúntes que me saludaban con un espontáneo Ciao Bella.
Mi prima sonreía, cómplice, conociendo mi inquietud y nerviosismo ante mi próxima cita.
¡No había manera de practicar mi alemán básico en Basel!
Conocer al Maestro de Maestros, al gran pedagogo, cantante y músico, gran formador vocal en el ámbito del canto histórico durante casi treinta años, impregnaba mi día de una inquietante curiosidad y emoción.
Holbeinstrasse. Recuerdo la bellísima puerta de madera perfectamente barnizada, con cristal y hierro forjado en una amplia y diáfana calle helvética. Aquel austero e imponente edificio de piedra poseía, a modo de atalaya, un elegante balcón de hierro forjado en la primera planta. Lo observaba sonriendo, mientras me imaginaba ataviada con exquisitas telas de organza, dibujando con mis agudos un aria romántica apasionada cual Juliette de Gounod.
MAESTRO, NO ENCUENTRO MIS NOTAS GRAVES
Tras las vísperas de nochebuena, acompañada por un buen amigo a un prodigioso concierto de Patrizia Petibone en Valladolid, me envalentoné y escribí un hermoso y desesperado correo electrónico al gran maestro vocal de grandes contratenores e intérpretes de la música antigua (como Andreas Scholl, Gerd Türk o Carlos Mena, entre otros).
En él lanzaba un auténtico SOS, una bengala lumínica al mejor pedagogo americano del centro de Europa: Mr. Richard Levitt.
En aquel entonces me observa desmotivada en el canto. Mi instinto, expresividad y musicalidad naturales para el canto se desvanecían. Lagunas y desengaños musicales y amorosos, aderezado con desorientación musical (que levante la mano el artista, viajero o humano que no haya vivido crisis en su camino profesional, espiritual y existencial), ensombrecían mi natural alegría, voluntad y energía en la voz.
Parco y directo en su texto, Mr. Richard confirmó la primera cita pedagógica. Martes, 3 de enero de 2011 a las 13,00 h.
Tras la euforia de la aceptación de nuestra primera clase de canto, mi inmersión musical en las navidades de 2010 consistió en un menú delicatessen renacentista y barroco, con degustación de técnica del llamado mundo antiguo (melismas, cadencias, trinos, cantatas…)
Preparé orgullosa y ufana un interesante dossier con repertorio de Bach, Dowland, Monteverdi, Vivaldi en mi equipaje de mano.
RITORNIAMO A PALAZZO!
Subía las escaleras de dos en dos. ¡Impaciente!
Una tímida sonrisa acompañada de un fuerte apretón de manos fue la recepción perfecta. Su acento inglés sonaba musical y bien impostado. Afable y alegre, como me lo habían descrito, no me sorprendió su cómoda y llamativa camiseta color calabaza. ¡Qué buena impresión transmitía aquel hombre corpulento y exagerado en ademanes!
Adela, mi prima, me acompañó unos minutos al salón- biblioteca, revestido de terciopelos, lámparas, partituras, fotografías y vivencias. Me sentí inmediatamente transportada a otra época y comprendí que esta cámara se utilizaba como salón de recepciones de su Palazzo Sonoro Helvético. Se podían respirar las cadencias, los trinos y reguladores dudosos de otros aventureros y entusiasmados pupilos, intérpretes y buscadores de pepitas de oro musicales.
Y me consta que en aquella década unos cuantos cantantes afortunados peregrinábamos desde España a la procura de un mejor elixir técnico, de consejos y soluciones vocales.
Richard ojeó con ávido interés mi dossier.
Largo, incómodo y dramático silencio (cómo describir esos segundos eternos en los que tu receptor lo dice todo sin abrir la boca). Sin duda estaba más interesado en mi lenguaje corporal no verbal.
Me incomodó su mirada seria, acusadora e inquisitiva.
- Why are you here?- (Vaya pregunta la de un curandero y músico, pensé. En cuanto abra la boca, se dará cuenta…)
Comenzamos a trabajar en escalas y agilidades, repetir y repetir para despertar y conectar con mis matices, resonadores, pianos y mezzofortes. Pero sobre todo descubrir cómo trabaja la inteligencia musical selectiva.
Imaginé estadísticamente a cuántos pupilos de la Schola Cantorum Basiliensis había dado ese inolvidable, sorpresivo y determinante tirón de pelo en más de veinticinco años de docencia oficial en Europa, para recolocar y elevar la correcta postura vertical del cráneo y el cuello.
Porque yo también fui agraciada con este gesto para una mejor corrección postural y emisión vocal.
DON’T DO! NO HAGAS!
Don’t do! ¡Esta frase significa tanto!
Y entonces apareció el depredador y alquimista, cual mago Merlyn, de notas graves y medias.
- Don’t do! Don’t prepare your neck. Don’t prepare your voice!
- Try to connect with your voice with your inner resonnance.
Comprendí inmediatamente que, como experto y orfebre, en nuestra primera clase el maestro pretendía pulir, sacar brillo y pavimentar los baches y lagunas técnicas, escondidas en mi voz. Se trataba de revisar desde notas largas, impostaciones, respiraciones y luego agilidades la disposición de mi buena anatomía facial y pectoral.
El repertorio en sí mismo era un vehículo, no un fin, apenas necesario para mostrar mis fortalezas y debilidades a lo largo de mis más de quince años como cantante por aquellas fechas.
¿Por qué no hacer? ¿Por qué no preparar el cuerpo?
Aunque resulte contradictoria esta imagen, nuestra musculatura responde a impulsos y memorias que en el canto pueden ser inútiles, si ello conlleva tensión excesiva y fuerza. Richard me invitó a observar qué partes de mi cuerpo y mi cuello se tensaban involuntariamente, cuando el verdadero apoyo en el aire y el diafragma no trabajaba al cien por cien.
Lo comprendí inmediatamente.
Vigilé, siguiendo sus consejos, mi mandíbula, mi diafragma, mi tórax, mi entrecejo, mis rodillas, el apoyo y enraizamiento de mis pies… y sucedió. ¡De forma natural, gané más armónicos y brillo en la voz!
Nadie me advirtió de su determinación.
Nadie me advirtió de su pasión por la búsqueda del sonido perfecto.
¡Nadie me advirtió de la bestia musical agazapada!
PIANO, PIANO… A PIACERE
Me eché a llorar de estupor al descubrir que mi miedo se convertía en vibración.
Con 36 años, mis notas medias y mi maquinaria anatómica respondían. Emergía de mi interior una voz casi chamánica, de pecho y mixta, plena y segura, simplemente natural.
Entonces comenzamos a jugar con una de las más hermosas y recomendadas melodías renacentistas: “Amarilli mia bella”, exquisito madrigal de Giulio Caccini.
Y aprendí a a degustar los textos, a revisar y valorar, comprendiendo el buen trabajo de la dicción y la oratoria. Aprendí a ser paciente conmigo misma.
Porque Richard Levitt, siempre hacía sacar lo mejor y lo peor de sus alumnos en sus intensas clases y cursos de Músicas Históricas.
Tajante, duro, sobrio y directo. Recuerdo la negación brusca, que lejos de llevarme al miedo, desaliento o a la desorientación, me llevaba hacia la concentración y el entusiasmo por el trabajo bien hecho. Despertaba y estimulaba en mí a la verdadera artista, aprendiz de maga.
Recuerdo unas palabras duras, muy duras, sin pelos en la lengua, hacia la didáctica del canto clásico en España. Se mostraba enfadado con un método didáctico incompleto que efectivamente adolecía del verdadero conocimiento corporal de nuestro instrumento, el más perfecto, único e inimitable.
Jamás, repito, jamás me hicieron cantar tan piano, piano y sentir el rubato, el a piaccere y escuchar con conciencia mi sonido.
Sentí cómo mi voz se cocía a fuego lento, cual buen guiso casero. Pero… ¡Cuidado con echar los ingredientes incorrectos!. Si alguna nota cambiaba de timbre, volumen o intención, era retirada del potaje y comenzábamos de nuevo la fórmula mágica durante breves compases.
Comparto esta imagen: vale más que mil palabras.
Satisfacción por el trabajo bien hecho tras la primera clase en su casa.

GRACIAS, MAESTRO
En Basel se desarrollaron en 2011 tres clases intensas, productivas e inolvidables.
Regresé plena, renacida y motivada a España, con recomendaciones y anotaciones claras y precisas hacia mi voz y repertorio: un gran camino por delante para redescubrirme, rehacer y escucharme de nuevo.
Volví a trabajar y crecer musicalmente con Richard Levitt en los Cursos de Música Antigua de Salamanca.
Ese mismo año me felicitó por mi evolución en apenas tres meses desde nuestro primer encuentro en Suiza. Me sentí reconfortada al observar cómo mi trabajo y constancia eran premiados con silencios y aplausos en escena. Inolvidable el lied de Mahler “Ich atmet’einen linden Duft” que interpreté y por el que me aplaudió con fervor.
Richard me alentó a continuar y desarrollar ese otro don de mi voz en músicas que nada tienen que ver con el canto clásico y que complementan mi capacidad musical: jazz, rock, canción popular… ¡Era un gran conocedor de la música folk!.
OBSERVAR PARA MEJORAR LA TÉCNICA
Deseo compartir siete claves para el trabajo vocal y artístico, que me enseñó Mr. Levitt:
CONTROL CORPORAL: la intención trabaja con el apoyo en el aire. Conecta con tu voz y escúchate en la emisión de cada nota, cada sonido.
CREATIVIDAD: como músico e intérprete investiga sobre nuevos repertorios, colores y personajes adecuados para tu voz.
DICCIÓN: trabaja como un orfebre en el dominio de los textos, su articulación, su melodía y su intención.
DISCIPLINA: revisa tus rutinas. Practica pequeños descansos. Son más productivas dos medias horas con breve descanso, que una hora intensa continuada.
ECONOMIZACIÓN DE RECURSOS: menos es más. Tus gestos y movimientos deberán ser útiles a tu actuación.
EXPRESIVIDAD: tus manos y tus ojos son proyección del lenguaje de tu voz. Ellos cantan y cuentan. Permite que expresen y sean uno con la melodía. Tus silencios son Música. Estudia tu lenguaje no verbal.
OBSERVACIÓN: Escucha tu cuerpo, tu auténtico instrumento. Hónralo con descanso y ejercicio, paseos inspiradores en la Naturaleza y buena música.
IN MEMORIAM RICHARD LEVITT (1935-2017)
Querido Richard, añoramos tus enseñanzas, tu inspiración y guía. También nos falta tu verdad hiriente, esa manera de expresar sin rodeos lo que no funciona en el discurso musical.
Maestro, me siento profundamente agradecida por tus enseñanzas: reposar, entonar con belleza, apreciar los aromas e impulsos mágicos de los textos que acaricio con mis cuerdas vocales. Observar y permitirme crecer desde la sabiduría de la comunicación.
Una certeza, donde quiera que descanse tu alma infinita: tu amor incondicional al canto estará siempre presente en grandes aulas y escenarios del mundo.
Tu esencia continúa impresa en la pasión por los que éramos tus alumnos y ahora somos profesores enamorados de nuestro trabajo, embelesados con las notas, silencios y melodías que transformamos en vibración y armonía.
Continuar en este camino apasionante del lenguaje universal que manifiesta la alquimia del Amor: LA MÚSICA.
¡Y NO HACER, SINO PERMITIR A LA VOZ SER!
Porque un Gran Maestro como tú, eterno Richard, nunca muere.
Se transfigura.
¡Escuchad la voz de Richard Levitt con 76 años en este maravilloso recital!.