Por fin llega el mes de julio repleto de tortillas campestres, tintos de verano, terraceo, tormentas, piscineos y primeros amores (que haberlos hailos y bien furtivos, como debe ser).
Las fiestas populares comienzan tímidamente a celebrarse, prodigadas con todo el protocolo covid y la parsimonia que suponen los rituales pandémicos tales como saludos en el aire, perímetros, besos y sonrisas desde la mirada.
Cañas, claras con limón y con gas, gin tonics y refrescos, acompañando el vaivén de la alegría, el jolgorio del canto improvisado de letras ochenteras y noventeras por cientos de vecinos y clanes del lugar. ¿Qué lugar? Un pueblo palentino.
Un pueblo de Castilla celebrando el comienzo del verano con Música.
Ensimismada, observo cómo se va desarrollando el ligoteo y flirteo de adolescentes y más maduros, al son de "losing my religion", "with our with out you", "whatever you want", "hey jude", "nothing else matters" ,entre otras, y me siento tremendamente privilegiada por escuchar una voz, un alquimista que con su guitarra eléctrica, su ordenador, sus luces y su desparpajo, consigue que la otra mitad del pueblo atienda, puntee y dance poseída al final de la noche.
Su nombre: PABLO LÍQUIDO https://pabloliquido.es/
Foto de Pablo Líquido- Fotógrafa Virginia Navarro
Pablo es fan de Freddy Mercury. Y durante casi dos horas nos demuestra su amor y control innegable de obras de Queen y cada uno de sus miembros.
Entre canción y canción, y sorbito y sorbito AUPPAAAAA, habla sobre sus historias y reflexiona sobre la vida, la fama, el dinero, la música o el baile de medio lado. Su alquimia se genera con la energía vibrante de su puesta en escena, in crescendo diríamos los de la escuela clásica, su sonrisa perenne, control perfecto de la voz y los diferentes colores imitando registros y cantantes (voz más abierta, más oscura, más nasal, voz frita y rota o más engolada).
Animal de escenario, Pablo sabe cantar, crear ambiente, emocionar y envolver en su discurso, con solos de guitarra, comentarios y silencios.
Porque amo observar los silencios, esos que nos dicen tantas cosas de los artistas.
Cuando su instrumento se queda sin pilas, cuando el juego de luces no gira como debería ser y reinicia el equipo y sobre todo cuando se hace un "billie jean" a capella, comprendemos ensimismados que este don que denomino Alquimia Vocal es inherente a su persona.
La Alquimia Escénica se curte en bodega, en barricas de roble (su formación académica en escuela de teatro, escuela de canto moderno...) y se adereza con mucho cariño, pasión y constancia.
Este pamplonica viene curtido de los bares y de la vida y sabe que, tras el cansancio de más de tres horas de concierto, se debe a su público, el que corea y vitorea sus canciones.
Nos atiende con exquisitez tras el merchandasing. Unos cuantos melómanos y amigos conversamos con él sobre música en pandemia y agradecemos nuevamente su esfuerzo y sus bises, sabiendo que le faltan más de dos horas de desmontaje de escenario, de guardar amorosamente todo el equipo y de comerse por fin un bocata frío que yace juntos a los cables.
Y en todo momento mantiene la alegría, el entusiasmo y la calma.
Foto de Pablo Líquido- Fotógrafo Mikel Larequi
En el viaje de vuelta a Palencia me doy cuenta de la fortuna de conocer a un músico, a un colega tan grande como Pablo, por su cercanía, humildad y destreza.
Estoy segura de que todos los abueletes, se habrán acostado felices y los nietos un poquito contentos entre birra y birra, porque el don de Pablo y su musicalidad, la energía de alto voltaje que impregna nuestras almas, no tiene precio y no se olvida.
¡Qué grande y universal el lenguaje de la música!
Y me siento profundamente agradecida, recordando el repertorio que mamé y bailé veinteañera hace taitantos, y desde la butaca de plástico blanca de una conocida marca de cervezas de la plaza mayor, aplaudo y aplaudiré a Pablo y a tantos alquimistas que saldrán este verano a hacernos la vida un poquito más fácil, un poquito más feliz.
El elixir de la eterna juventud, el hilo de oro alquimista, reside en cada nota que penetra, se instala, difumina y ahuyenta nuestros miedos. La misma melodía que aleja la plaga que convive con nuestras mascarillas.
Ya conocéis mi grito de guerra. Ahora más que nunca.
Please don't stop The Music!
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